25 feb 2011

MERCADO EN LA EDAD MODERNA

Tras el Medievo, el desarrollo de la vida económica en los siglos posteriores situó a los mercados dentro de la economía nacional, en una población de menor importancia, y los múltiples derechos que diferenciaban a cada uno de ellos sufrieron las consecuencias de la decadencia del régimen municipal, al cual estaban estrechamente vinculados.
Los intercambios interiores estaban jerarquizados en mercados de jurisdicción más o menos amplia. La mayor parte de los trueques se hacen sobre distancias cortas, del productor al consumidor, en un marco puramente local. Cada ciudad controla su región, asegurándole los productos manufacturados a cambio del avituallamiento necesario. Todo un mundo de mercaderes rurales, recolectores de granos y otros productos de la tierra, de buhoneros, que distribuyen de pueblo en pueblo vestidos, quincallería, especiería, etc. Los almacenes populares y a veces algunos folletos de propaganda reformista, son los instrumentos de este comercio mal conocido pero fundamental.
Las grandes ciudades tienen un radio de acción más importante y una actividad de intercambios más diversificada. La satisfacción de las necesidades de la masa popular y de los nobles exige disponer de grandes cantidades de víveres (París consumía granos, vinos y animales en un perímetro de más de 100 Km.) y la llegada de productos de alta calidad, de origen con frecuencia lejano.
Algunos mercados estaban reglamentados por el poder público. Este es el caso del aprovisionamiento de algunas ciudades (perímetros de compra) y de la importación de algunos productos que debe hacerse por una ciudad determinada: la étape. Con todo, la intervención del Estado no hizo más que crecer desde el siglo XVI, casi siempre por motivos fiscales pero con incidencias económicas: tasas, prohibición, monopolios de importación para determinadas firmas.
Los beneficiados de todo esto eran los comerciantes, que aunque poco especializados, se van escalonando desde el mediocre mercader al detalle de las pequeñas ciudades o el modesto tratante que aprovisiona a aquéllas de granos, al gran negociante que no sólo compra y vende a múltiples agentes situados en los principales centros comerciales del mundo, sino que además se dedica a armar barcos y a la trata de esclavos. Los perdedores de todo esto eran los campesinos, que se veían indefensos ante los derechos feudales, las guerras, las malas cosechas y las epidemias.
Ya en el siglo XVIII, el crecimiento demográfico y la penetración de una economía mercantil en el campo fragmentaron las fincas, y una parte de los campesinos perdió la propiedad de la tierra. Explotaciones más pequeñas supusieron la necesidad de lograr un salario adicional y tener que comprar una parte de las vituallas. El hecho de ser colono implicaba, además de las cargas, pagar una renta, a igual finca, menores ingresos y necesidad de vender parte de la cosecha en o para el pago del arriendo. De todos los aspectos, la producción campesina pasaba más por el mercado, de ahí el aumento de los mismos y de las ferias. Si se consumía vino del Sur era porque se había dejado de producir en el Norte. Poco a poco el autoconsumo fue retrocediendo, la división social del trabajo y la proletarización de la población en estos pueblos está en la base del fenómeno.

1 comentario:

  1. En la edad moderna algunos mercados estaban reglamentados por el poder público y los intercambios interiores estaban jerarquizados en mercados de jurisdicción amplia y los beneficiados de todo esto eran los comerciantes, aunque poco especializados.

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